Ni siquiera en el siglo decimonónico, quienes ejercían el oficio del periodismo fueron sentenciados por el delito de extorsión, y eso que eran hombres sin instrucción académica.
En su obra Ensayo histórico de las revoluciones de México de 1808-1830, el constituyente Lorenzo de Zavala retrata perfectamente a quienes en el año de 1825 practicaban el periodismo: “Eran hombres sin instrucción, preparación ni capacidad, abrazaban la carrera de escritores públicos y llenaban las columnas con frasismo insulso, insípido y fastidioso compuesto de expresiones de personas que han perdido su dignidad”.
Estamos hablando del año 1835 y hoy vivimos en el 2024, año en el que por primera ocasión la justicia sentencia por el delito de extorsión a un pseudoperiodista que estuvo preso 14 meses por otros delitos entre los que destacan evasión fiscal y uso de recursos de procedencia ilícita.
La trayectoria del delincuente Arturo Rueda Sánchez de la Vega ha sido trágico-cómica. Ha protagonizado escándalos diversos e incurrido en delitos.
En palabras del gran politólogo Giovanni Sartori, el extorsionador es un hombre no político: defectuoso, un idion, un ser carente cuyo significado es idiota.
Y remata: un hombre no político, es simplemente un ser inferior. Y vaya que lo es.
Así es visto el extorsionador cuya personalidad lo retrata también el escritor Enrique Serna en su obra El vendedor de silencio, en donde narra la conducta delictiva del periodista Carlos Denigris , un verdadero extorsionador y mercenario enfermo por tener dinero fácil del erario público, igual que el Denigris poblano hoy sentenciado por extorsión.
La sentencia en contra del extorsionador debe ser tomada como ejemplo para quienes se escudan en el oficio del periodismo al descubrir que pueden lucrar con la información.
Arturo Rueda tendrá que superar los señalamientos que pesan en su contra porque ahora lo que diga, escriba, haga o vocifere, saldrá de la boca o mente de un extorsionador.
PD. Si el extorsionador no entiende lo que escribí en esta columna, le puedo dar una cátedra de 40 minutos gratis sin cobrarle un solo centavo, solo que yo no trato con delincuentes.