Varias son las experiencias que en poco tiempo nos ha dejado el coronavirus que durante meses se ha apoderado de la vida de todos los millones de seres humanos que habitamos el planeta tierra.
La pandemia ha demostrado una fragilidad que no conocíamos de los hombres del poder político (todos los presidentes de los países), ni tampoco del poder económico de los hombres más adinerados del mundo.
También ha demostrado la generosidad y voracidad del ser humano que ante esta pandemia ha pasado desapercibida.
Concretamente abordaré el caso de los sujetos que han visto en este caos, la forma de enriquecerse a través de la necesidad y la tragedia humana.
Los hay en restaurantes, colegios, tiendas de conveniencia, el internet, los que venden cubreboca, alcohol, farmacia y un sinfín de actividades que ahora resultan ser muy lucrativas para aquellos que ven en la tragedia una oportunidad para lucrar.
Me quedo con la generosidad de las asociaciones, empresas, instituciones y personajes públicos que se han sumado a las acciones de los gobiernos.
Afortunadamente hasta el momento nadie ha salido a lucrar políticamente con la tragedia, el hambre y la necesidad, pero en la medida que avance el tiempo aparecerán los vivales de siempre dispuestos a comprar conciencias y votos a cambio de la “ayuda“ que harán llegar.