El gobierno de Andrés Manuel López Obrador le dió un duro revés a sus detractores que criticaban las canongías y privilegios que tenía Emilio Lozoya Austin en su calidad de testigo protegido.

El juez José Artemio Zúñiga finalmente decidió dictarle prisión preventiva, por lo que fue ingresado al reclusorio Norte porque consideró que había posibilidad de fugarse, por la cantidad de recursos a su alcance y nexos con familias que viven en donde es imposible llevar a cabo actos de extradición.

Muy caro le costó al delincuente confeso Emilio Lozoya Austin presumir la impunidad que lo acompañaba desde su niñez.

La burla y desafío a las autoridades y al mismo presidente Andrés Manuel López Obrador, hoy tienen tras las rejas a este delincuente cuyo padre del mismo nombre no lo pudo salvar porque finalmente es su hechura y vivo retrato.

Emilio Lozoya tuvo una gran oportunidad para seguir viviendo en su eterno reino de la impunidad, a cambio de delatar a poderosos personajes que fueron sus compañeros y cómplices.

Tuvo esa gran oportunidad pero intentó jugar con el juez que le había concedido en cinco ocasiones ampliación de plazo para aportar pruebas contra sus víctimas.

Muy lejos quedarán los días en que este sujeto se embriagaba con vinos Petrus de 250 mil pesos, utilizaba aeronaves de Pemex como taxis y su servidumbre cobraba un millón de dólares a empresarios voraces e ingenuos para accesar a sus reuniones.

La justicia no solo es divina, también terrenal y ya alcanzó a uno de los personajes más emblemáticos de la corrupción del gobierno de Enrique Peña Nieto.