Aunque actualmente festejamos el 1 de mayo como el Día del Trabajo, lo cierto es que su significado tiene un valor histórico que encierra un conjunto de situaciones interesantes.
Como es casual, la sobrepolitización de los símbolos y fechas históricas importantes se dan con fines propagandísticos nada desinteresados y meramente solidarios, sino para acarrear “agua a su molino” o presionar al gobierno en turno en pro de una élite sindical – burocrática.
El origen de la conmemoración del trabajo se encuentra en la huelga obrera de 1886 en la que trabajadores en Estados Unidos se organizaron a nivel nacional para demandar jornadas laborales de ocho horas. La huelga culminó en la masacre de Haymarket el 4 de mayo con disparos y una bomba incluida.
Y aunque dicho evento no ocurrió el 1 del mismo mes, condujo a la elección del Primero de Mayo como Día Internacional de los Trabajadores. Como resultado de estos eventos, la Segunda Internacional Socialista, durante su Congreso en París en 1889, decidió que el 1 de mayo sería el Día Internacional de los Trabajadores, en conmemoración de los eventos de Chicago y en solidaridad con las luchas obreras en todo el mundo.
A pesar de tener un origen noble siendo un día de movilización y reivindicación para los movimientos obreros eso no ha impedido que se utilice de forma inadecuada y en contextos nada pertinentes.
El ejemplo más explícito es que a finales de la Segunda Guerra Mundial, el 16 de abril de 1945 se dio inicio a la famosa Batalla de Berlín, la última de gran importancia entre los aliados y las fuerzas del Reich, así se inició una gran ofensiva Soviética sobre la ciudad alemana.
Por lo que capturar Berlín el 1 de mayo tenía un gran valor simbólico y propagandístico, esto hizo que los mandos soviéticos tomaran medidas desesperadas para llevar a cabo dicha tarea. No era cualquier cosa, además, ganar en pleno día del trabajador, esta victoria le daría a la Unión Soviética un fuerte argumento propagandístico para plasmar en los libros de historia la supuesta victoria del comunismo sobre el fascismo, demostrando superioridad y el poder del Ejército Rojo por encima de los ejércitos occidentales.
También sería una manera de consolidar la influencia soviética en la posguerra, especialmente en la división de Europa entre las esferas de oriente y occidente.
Así que ya no se trataba de reivindicar las luchas obreras, sino también reivindicar una victoria de una potencia y de un régimen ya de por sí autoritario en un día que ya tenía un gran significado ideológico para muchos.
La caída de Berlín ocurrió no el 1 sino el 2 de mayo de 1945, a pesar de los grandes esfuerzos y anhelos de Stalin.