Primero desea que lo traten como un político importante, de altura, porque su ego se vería abollado al ser rechazado y tras haber presumido su entrañable amistad durante 6 años con Andrés Manuel López Obrador.
Después recibiría la candidatura al Senado de México pero con varias condiciones: que a su grupillo le den espacios de poder para tener fuero e impunidad, porque se quedarían en la orfandad a enfrentar la ley por los múltiples delitos que han cometido.
Y en esa negociación caben candidaturas a regidurías, alcaldías y diputaciones locales y federales.
El problema es que ni el propio equipo de Ignacio Mier se respeta toda vez que contradicen a su líder político.
Ahora que lograron acarrear 10 mil personas, unos salieron a decir cualquier cifra, menos la que el propio Mier dijo: 100 mil.
Ya se ve que Mier no sabe siquiera contar porque 100 mil personas no caben en el lugar en donde hizo su espurio evento.
Espurio porque es igual a su instituto “Fake” que carece de plataforma, registro ante las autoridades y es un modelo copiado por un viejo aliado de Mier al que se le fue de las manos la gubernatura: Enrique Doger.
Ni siquiera entre ellos se respetan y las circunstancias han causado severa locura al grado que no hay quien los coordine.
La perversión de Manzanilla y la ambición de varios de ellos, han hecho de ese proyecto político un sueño para “locos, dementes y desquiciados revueltos de ladrones y delincuentes a los que la democracia de la Cuarta Transformación les impedirá contaminarla”.
Estos días son cruciales para Nacho, porque va a ir a patalear a CDMX con sus cifras falsas e inventadas, las mismas que hundieron en un vergonzoso 4o lugar a Adán Augusto López.