Cuando Eduardo Castillo abandonó el proyecto del hoy gobernador Alejandro Armenta, no imaginó que cometería el error de su vida.
Demostró dos personalidades que lo dominan: soberbia y deslealtad.
Prefirió ser un mediocre diputado en el gobierno de Sergio Salomon Céspedes y alardear que tenía más poder que el mismo Armenta. Pronto vino su realidad porque no ganó la candidatura el nefasto y corrupto Julio Huerta, su candidato .
Hoy tiene que suplicar a los habitantes de la Mixteca que vayan a sus mediocres desinformes de actividades porque está solo con su soberbia.
Se fue a hincar y perdió lo más preciado que tiene un ser humano: la dignidad.
Su futuro político es incierto y está supeditado a lo que decida su ex jefe político: Armenta.
Más vale que el mandatario lea nuevamente a Maquiavelo para que tenga cuidado de los sujetos como Lalo Castillo, considerado un ser sin valores ni convicciones al servicio del mejor postor: $$$$$$.
