La primera es María Teresa Castro, en su carácter de ex secretaria de Finanzas, cuya responsabilidad es tal, que parece haberse dado a la fuga.
A ésta parece que el amor la venció antes que un manejo honesto y transparente de las finanzas públicas. El ganón disfrutó el dinero.
La otra es Verónica Vélez Macuil, quien se encargó de envenenar aún más el cuerpo podrido de Miguel Barbosa. Hoy se oculta y se arrodilla para no ser sujeta a investigación, sin que deje de escupir veneno en contra del gobierno de Céspedes.
Pero la que más sabe es la viuda Rosario Orozco, quien acompañaba en todo momento al execrable Barbosa, al grado de esperarlo al interior de los sanitarios de restaurantes hasta una hora.
Esta última es la que sabe en dónde se encuentra el dinero de los poblanos y que logró detectar como faltante el gobierno de Sergio Céspedes.
Ellas tres tienen responsabilidad legal por las posiciones que jugaron durante el Barbosismo y es justo que rindan cuentas ante las autoridades.
De ser una mujer sumisa, Rosario se convirtió en parte de lo que era su esposo, el ser de mayor oscuridad y perversidad que haya tenido Puebla.
Es increíble que la viuda tenga el cinismo
de sentirse agraviada, cuando su perverso esposo desgració la vida de decenas de familias poblanas por sus constantes locuras y graves enfermedades.
PD también el gobierno de Céspedes está obligado a llamar a que los hijos del psociópata rindan cuentas ante las autoridades porque gozaron de lo que jamás imaginaron.