La sociedad en México ha sufrido las consecuencias de tener comunicadores adictos a los regímenes neoliberales que hicieron charlatanes digitales en busca de la fama rápida sin querer estudiar.
En su obra Infocracia, el filósofo Byung-Chul Han, advierte que la charlatanería es inevitable cuando las circunstancias obligan a la gente a hablar de cosas de las que no saben nada.
Me explico: en Puebla, los pseudo periodistas, incluidos los influencers, acusan una persecución política sin siquiera saber la definición de ese lamentable fenómeno social.
Unos patalean porque se modifican leyes y otros porque no les dan convenio, pero todos ellos se convierten en portadores del fraude universal que es la mentira, según el propio Han.
Los pseudo periodistas, incluidos los directivos de la revista Proceso, recurren a la Parresía, entendida como la libertad peligrosa de decir cualquier cosa. Y hoy más que nunca, Proceso ya no es aquel admirable medio de comunicación que fue antes del año 2000.
La réplica de notas fake de ese medio de comunicación ha dejado graves secuelas porque ha intentado ser imitado con más pena que gloria.
Los pseudo periodistas que buscan construir historias de persecución, deberían incluir que desean libertinaje e impunidad, para decir cualquier mentira sin comprometerse ante las leyes.
Curiosamente, hoy estos periodistas quieren llegar al poder por medio de su teléfono y computadora, aquellos elementos que los vigilan y controlan a través de los datos biométricos, porque la tecnología de la información digital hace de la comunicación un método de vigilancia.
Y según el propio Han, viven en una prisión digital.
¿Entonces qué buscan los libertinos?. Impunidad y dinero. Nada más, ese es el verdadero fondo.