Calvario. Elías Noe y Bryan Josué, hijos de mexicana y guatemalteco, nacieron en EU, pero su padre fue deportado en 2010 y decidieron instalarse en México. Retenidos 36 horas en Chiapas, donde pagaron una fianza de 4 mil pesos, pasaron años escondiéndose antes de recibir el acta mexicana. “Fue doloroso estar preso por no tener documentos”, relata entre sollozos uno de los menores
Niños repatriados, expuestos a extorsiones y arrestos migratorios | La Crónica de Hoy
Elías y Bryan muestran sus actas mexicanas, luego de años de temor por ser detenidos.
Segunda parte
Entre sollozos, Elías Noé, nacido hace 13 años en Estados Unidos pero de madre mexicana, susurra: “Estuve preso en México y eso me dolió mucho”…
En nuestro país, es tal la fragilidad jurídica en torno a los niños estadunidenses de padres mexicanos deportados u obligados al regreso, que los relatos refieren extorsiones y arrestos migratorios.
Cuando la familia Ordoñez Hernández intentó ingresar a nuestro país, desde la frontera con Guatemala, fue detenida en una estación migratoria del estado de Chiapas. Tras las diligencias, los agentes decidieron la retención por más de 36 horas de Elías y su hermano Bryan Josué, un año menor. “Es que no son mexicanos, no tienen papeles y por eso son ilegales acá”, dijeron.
¿Qué se avecina en la era del presidente Donald Trump y su cacería de inmigrantes? Las cifras no fingen…
Según un reporte de Pew Research Center, organización con sede en Washington dedicada a investigar problemáticas internas de índole social y económica, en la Unión Americana hay por lo menos 4 millones de niños cuyos padres son indocumentados y, ante posibles deportaciones o huidas, están en riesgo de enfrentarse a un país desconocido, ajeno y a veces hostil, sin garantía de la doble nacionalidad. Se trata de estudiantes de entre 4 a 18 años quienes en la actualidad cursan la educación obligatoria en escuelas de EU.
De cómo Elías y Bryan llegaron a Guatemala y después fueron retenidos en Chiapas, hablan los protagonistas…
FRACTURAS. Don Elías Ordoñez, nacido en Guatemala, conoció a Marisol Hernández Ponce, mexicana, en la ciudad de Chicago Illinois. Se casaron y tuvieron a sus dos hijos, ambos nacidos allá.
“Por no tener un estatus migratorio legal en Estados Unidos me deportaron en el 2010. Mi esposa se quedó en Michigan con los niños, le dije que no se preocupara, que intentaría cruzar de nuevo la frontera”, cuenta don Elías.
Y así lo hizo.
Atravesó toda la República Mexicana, pero en el intento por brincar la última barda, cayó y se fracturó el tobillo izquierdo. “Me lo partí en tres, por fortuna hubo gente que me ayudó para recibir atención médica en México, pero tras la recuperación me volvieron a deportar a mi país… Ya Marisol no quiso que me arriesgara, y al poco tiempo decidió alcanzarme en Guatemala con todo y los hijos”.
Pero, sin la oportunidad de un trabajo estable y bien remunerado, en el país centroamericano la situación familiar empeoró.
—¿Y qué tal si nos vamos a vivir a México? Allá le echamos ganas a trabajar y salimos adelante –sugirió la esposa.
—Pues vámonos –dijo él sin pensarlo mucho, y comenzaron a planificar la travesía.
“Logramos pasar la frontera sureña, pero en el trayecto de Tapachula a Tuxtla Gutiérrez nos agarró migración en un retén… Jamás imaginamos lo que pasó: a mis dos hijos los bajaron de forma involuntaria, los arrastraron y los pusieron tras las rejas más de 36 horas”.
—Ellos son mexicanos –gritaban don Elías y doña Marisol.
—Son nacidos en Estados Unidos, en el extranjero, no pueden estar en territorio mexicano –argumentaron los agentes del INM.
“Tuvimos que pagar una fianza de 4 mil pesos para que los dejaran en libertad”.
Era sólo el inicio… Cuando lograron establecerse en Tuxtla Gutiérrez, les sobrevinieron nuevas adversidades.
“Los niños no podían ir a la escuela, porque no los aceptaban. Ni siquiera salir a la calle, porque quedaron traumados, y la mamá estaba igual. ¿Qué tal si los agarraba de nuevo migración y los arrastraba? Agotamos todos los recursos, pero no pudimos conseguir la inserción para que obtuvieran su acta de nacimiento mexicana”, cuenta el papá, quien antes de salir de Estados Unidos tenía ya referencias de este calvario.
Ante el acoso de la migra, un amigo suyo había optado por traer a México a su familia… hace más de nueve años. Hasta ahora sus hijos no han podido ser legalizados, porque en todas las ventanillas oficiales les exigen un certificado de nacimiento apostillado.
“Es imposible conseguirlo. Aún con una carta poder, nosotros no se lo pudimos tramitar, siempre hubo rechazo”, narra don Elías.
ENCIERRO. Eso: la inserción del acta mexicana en el expediente de los hijos nacidos en EU de padres mexicanos se ha facilitado con el programa Soy México, impulsado por el Registro Nacional de Población.
Con el trámite, procesado vía electrónica, se asegura la doble nacionalidad y el resguardo de derechos. Es parte de un acuerdo para acceder a la base de datos de la Asociación Nacional de Estadísticas y Sistemas Informáticos de Salud Pública de Estados Unidos (NAPHSIS, por sus siglas en inglés), encargada de concentrar los certificados de nacimiento estadunidenses.
Es gratuito para todos los deportados y para quienes han vuelto a México en circunstancias de acoso o por voluntad.
“Mis padres lucharon mucho porque nosotros tuviéramos el acta mexicana. Fue muy doloroso estar preso y ellos sufriendo afuera, por no tener documentos”, dice Elías Noé. Él y su hermano Bryan Josué fueron rescatados por Renapo, después de años de miedo y encierro.
Son ahora, de manera legal, mexico-estadunidenses.
“Al fin mis hijos podrán entrar a la escuela, recibir los beneficios del resto de los mexicanos”, festeja doña Marisol…
“Ya no tendrán que esconderse de migración. Fue muy triste lo que pasamos: aun siendo yo mexicana, mis niños tenían que estar ocultos. En su propio país vivían con temor de ser detenidos. Nos lo dijeron en migración: van a ser deportados por no contar con sus papeles en regla”.
Y don Elías: “De acuerdo con lo que dice la Constitución, todo hijo de mexicano que haya nacido en el extranjero, es mexicano automáticamente…, pero se necesitan los requisitos de nacionalidad para hacer realidad este sueño, un simple papel”.
Elías y Bryan se aferran a sus actas mexicanas. “Ya puedo dar vueltas”, dice el primero, todavía marcado por su encierro en la estación migratoria.
Bryan parece menos herido. “El acta representa mi futuro, trabajo y escuela. Ya podré estudiar y ser libre”.
Pero no todos los pequeños se han reencontrado con la suerte…