Carlos politólogo
Desde tiempos ancestrales, desde nuestros tatarabuelos, la clase política siempre ha estado en medio de una paradoja: la Constitución. Dentro de este documento encontramos que los estados y los municipios tienen libre albedrío político; es decir, que se pueden organizar de forma autónoma y elegir a su clase gobernante sin intervenciones.
Desde tiempos de Juárez (incluso antes) no era la elección popular, ni tampoco el Congreso otorgándole poderes plenipotenciarios al presidente en tiempos de guerra, ni la Constitución misma la que le daba sustento y aún legitimidad al gobierno federal, sino que eran los gobiernos locales, los gobiernos y la camarilla política lo que respaldaban (incluso militarmente) a la presidencia de la república.
México tiene un federalismo peculiar, un federalismo con ropajes centralistas, el gobernador no necesariamente era el emisario del presidente, pero si era el que tenía la responsabilidad de mantener a los grupos políticos de la entidad, como la entinad disciplinados y reconocedores de la figura del centro. A cambio el presidente era quien los representaba y buscaba apoyos tanto económicos como de infraestructura para las comunidades, sobre todo en municipios clave.
La desgracia es que ya no estamos en tiempos del PRI donde existía una clase política homogénea casi prácticamente.
Con el proceso de descentralización, de reconfiguración administrativo y de liberación de presupuesto, este centralismo adquirió una faceta con un carácter más peligroso: la competencia electoral. Desde entonces lo único que permanece vigente es que cada funcionario escoge a determinado personaje para brindarle su apoyo y con ello su esperar su reconocimiento.
Ahora ya no es una competencia partidaria en el día de los comicios, lo es desde la propia nominación. Lo que deja la pregunta ¿Quiénes son los gallos de la candidata presidencial actualmente en Puebla? ¿A que lado se inclinará la balanza del centro?.
El más entusiasmado debe ser sin duda Julio Huerta, quien ha puesto todas sus esperanzas en la figura de la mujer más popular del momento. Podríamos decir que se trata sin duda de un clásico caso de apostarle al caballo ganador, a lo seguro, sin duda el arma de los débiles y los cobardes.
En la nominación de Sheinbaum y la reciprocidad política esperada (irónicamente en un país donde la política no es muy cordial) por parte del primo del finado exgobernador hacia la propia defensora de la 4 T en donde siembra sus esperanzas no solo de la continuación del legado de su familia, sino de su cacicazgo en la Sierra Negra y parte de Tehuacán. Y en una de esas hasta su respaldo para ser el próximo candidato a gobernador. Pero, ¿será posible creer que solo con trabajos de propaganda se haya ganado ya el respaldo de la figura presidenciable actual?. ¿De verdad Sheinbaum creerá que la zona de Puebla hubiese sido un desafío para la encuesta de hace unos días? Si no, será mejor que no se de cuenta, pero si sí, alguien aquí peca de ingenuidad. Lo que nos lleva al siguiente punto.
Desde luego que el ex presidente del Senado, Alejandro Armenta no podía dejar pasar la oportunidad de felicitar a la candidata. No es poca cosa, se trata de un operador excelente que desde hace años se ha especializado en la competitividad electoral. Sin duda Andrés Manuel debe de recordarlo con agrado y tenerlo muy presente pues se trata de hombre que le dio casi un millón 500 mil votos para su partido en la entidad poblana la elección del 2018.
El que no debe pasarla muy bien es su primo, el propio Ignacio Mier quien debe preguntarse como cometió semejante error de cálculo político al apostarle a un caballo como Adán Augusto. Es un error grave, pues además de reflejar que apoyó a un adversario (aunque no muy fuerte) si puso en tela de juicio su capacidad política, siendo que se trata precisamente de un político con experiencia basta por supuesto, una experiencia electoral respetable, pero con campañas de oficina. Lo que sin duda podría explicar su falta de puntería a la hora de calcular las probabilidades fuera del escritorio y la imposición al ser un personaje cuya carrera ha sido en el centro precisamente, pues ese olfato político solo se consigue haciendo campaña.
¿En quien fundará pues, Sheinbaum su confianza para Puebla? No sabemos cuál será la variable que determine su espaldarazo ante el Comité Nacional, la reciprocidad, la imposición o el cálculo. Sea lo que sea, la pelea a nivel nacional ya terminó, Marcelo aún no muestra sus cartas finales, pero probablemente no sean muchas. Pero a nivel local, todos los estados de la república están apenas en el inicio de la feroz contienda electoral. La más voraz de todas.
¿Acaso el aparato político de Sheinbaum será suficiente para diciplinar a la poliarquía poblana? (Si es que realmente existiera una) Eso solo el tiempo lo dirá.