Las amenazas que hizo a los líderes de los partidos políticos el tres veces "iluminado" Andrés Manuel López Obrador, tienen que ser analizadas muy en serio por la sociedad en general.
Los líderes de los partidos políticos son los que menos importan, sus intereses y dignidad están muy devaluados.
Los que importamos somos los mexicanos que no tenemos la culpa que exista o haya un ser enfermo y obsesionado de poder.
López Obrador ya regresó con su discurso incendiario y amenazante y ya se cree dueño de la silla presidencial sin respetar tiempos e instituciones.
Con sus acciones exhibe la urgencia de querer tener poder político para saciar su revanchismo en contra de quienes no lo apoyen.
Cierto que las encuestas le dan ventaja, pero con sus desplantes y amenazas caerá varios puntos.
No puede comportarse como un ser intolerante ni como el verdugo o gran vengador.
Es, como muchos otros, un simple aspirante a la silla presidencial y el padre del dinosaurio, Peña Nieto, hará lo imposible por no dejarle el poder.
López Obrador ha sido siempre el gran mentiroso y falso porque quiere ser quien maneje las instituciones para saciar su rencor que lleva acumulando por 18 años, cuando renunció a su partido el PRI.
Por cierto: en Puebla la clase política enmudeció ante las amenazas del "Peje".
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