Lejos de significar un obstáculo, el muro que Donald Trump pretende construir en la frontera con México es visto por los traficantes de personas, conocidos como polleros, como oportunidad para aumentar las tarifas y obtener más ganancias al cruzar migrantes a Estados Unidos.
Alejandro Moreno, en el oficio desde hace 19 años, concedió una entrevista a La Jornada en la que detalló el sistema bajo el cual opera y por qué el muro no será impedimento para continuar ingresando indocumentados al vecino país.
“Ya nos estamos frotando las manos; el muro no será ningún obstáculo, al contrario, nos dará mayores ganancias porque el brinco lo cobraremos más caro”, subraya este corredor de indocumentados.
Moreno trabaja para un grupo organizado de polleros que opera entre Sonora y Arizona y por cada cruce pasan entre 30 y 50 pollos (migrantes).
Asegura que la red de traficantes de personas de la que forma parte ha ayudado a más de 300 mil indocumentados a atravesar las ciudades fronterizas de Nogales, donde el muro alcanza una altura hasta de 10 metros y cuenta con vigilancia de la Patrulla Fronteriza las 24 horas del día, sistema de circuito cerrado con visión nocturna, térmica, sensores de movimiento e incluso drones.
“Si Trump aumenta la seguridad, lo único que va a pasar es que vamos a cobrar más caro; el precio por cruzar la frontera será mayor por el riesgo que significará; aparte de que serán más caros los sobornos a las autoridades, tendremos que pagarles más a la policía y a la migra”, considera el traficante de personas.
Actualmente un pollero cobra por cada migrante entre 2 y 4 mil dólares, dependiendo del lugar de origen; el viaje más caro es el que realizan los centroamericanos, por su travesía desde Honduras, Salvador y Guatemala.
Primero la droga
Alejandro Moreno explica que el negocio de traficar indocumentados sufrió un cambio drástico a partir de 2004, con el ingreso de los cárteles exportadores de droga, que se apoderaron de la plaza e impusieron horarios para cruzar, pero siempre priorizando el trasiego de drogas como mariguana, cocaína y metanfetaminas.
Por ello, los polleros que traficaban mediante pequeñas redes se vieron obligados a organizarse y negociar con narcotraficantes para solicitar su permiso y poder trabajar en conjunto. Se turnaron: el tráfico de droga se inicia al llegar la noche y dura tres horas, y el cruce de migrantes empieza en la madrugada.
En la red de tráfico de personas existen cargos para cada labor en la que se divide el tra- bajo: el guía conduce al migrante desde su lugar de origen a Sonora; el cargador los traslada en tramos con automóvil; el corredor los cruza en la frontera; el ayudante del corredor colabora en el brinco, y el pollero es el socio mayoritario, que provee a sus compañeros casa, auto y gasolina.
Ante los señalamientos de que los traficantes de personas abandonan a los indocumentados a su suerte cuando son descubiertos por la migra, el corredor Alejandro Moreno refuta: eso es mentira, jamás dejamos tira- da a la gente porque perdería- mos dinero.
Subraya que el pago por sus servicios se realiza hasta que el migrante se encuentra a 600 metros de la línea fronteriza, ya en territorio estadunidense, después de haber superado las inclemencias del tiempo, el cansancio y el hambre por recorrer unos 130 kilómetros de desierto en cuatro días.
Moreno menciona que quienes llevan años en el negocio aprenden a sobrevivir con distintas tácticas, que aprenden en cada viaje. Señala que todo pollero sabe que cuando el grupo es descubierto por la Patrulla Fronteriza tiene que hacerse pasar por pollo, al igual que el resto de sus acompañantes, debido a que la migración indocumentada no es un delito grave; el tráfico de personas, sí.
Detalla que los pollos deben aprender varias cosas indispensables para tener una travesía exitosa: caminar sin parar, no platicar, orinar arriba de las plantas y cruzar los cercos por debajo; sin embargo, es común que ignoren las reglas aun cuando el corredor se convierte en una figura de autoridad, siempre van alegando de futbol; es inevitable para ellos.
El corredor, al igual que la mayoría de los migrantes, se desplaza sin portar identificaciones, drogas ni armas, con la guía del sol durante el día y las estrellas por la noche, aunque ahora también utilizan teléfonos inteligentes para ubicarse.
El brinco de Sonora hacia Arizona se realiza caminando a través del monte y el desierto, en un recorrido de 130 kilómetros de tres o cuatro días; la ruta trazada por los polleros comienza con su salida en Naco o Agua Prieta; atraviesan ranchos particulares que por la noche aceptan el paso de grupos de entre 30 y 40 personas hasta llegar a la frontera y cruzan por debajo de los cercos evitando hacer ruido.
Luego de cruzar la línea divisora, los corredores o polleros llevan con premura a los grupos de indocumentados a descansar en los condados estadunidenses más próximos como Bisbee, Tombstone y Sierra Vista, en Arizona, donde tienen casas de seguridad en las que se realiza el pago de mil 500 dólares por el brinco y se acuerda el próximo tramo que deberán recorrer en vehículo o avión para llegar a su destino.
Todo indocumentado ya tiene casa y cama donde llegar en Estados Unidos; allá la familia que pagó su cruce lo espera y procura su bienestar en todo el camino, explica el traficante de personas.
Ya en la casa de seguridad, los migrantes son recibidos por otro corredor, que se encarga de abastecerlos de ropa y comida con un costo diario de 40 dólares, y posteriormente los tras-lada a ciudades como San Diego, Los Ángeles, San Francisco, Miami, Chicago, Seattle, Houston, Phoenix, Austin, Dallas, Washington, Detroit, Salt Lake City, Minneapolis, Baltimo- re, Portland, Denver, Nueva York y Chicago.
Refiere que la temporada alta para el cruce de migrantes es entre los meses de enero y abril, mientras los más bajos son de octubre a diciembre, debido a que en esas fechas muchos de los paisanos que radican en Estados Unidos se trasladan a sus lugares de origen en México para visitar a sus seres queridos.
Plantea que la ideología del pollero en cuanto a su labor no es precisamente la de un delincuente; ellos perciben su trabajo como un benefactor de empleo que cambia la vida a los indocumentados: los sacamos de la ruina y los metes al dinero, hay gente que me llama para agradecer cuando ya está allá.
Para Alejandro y sus compañeros, el muro de Trump no frenará a los polleros y su manera de conseguir ingresos, pues es una red, una maquinaria que trabaja en coordinación y complicidad con autoridades en ambos países.