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La actual temporada de lluvias inició con un notable atraso en comparación con años pasados, lo que llevó a Puebla a perfilar el fin del primer semestre de 2024 con los niveles más bajos de precipitación acumulada de las últimas dos décadas. De mantener esa tendencia, en los años venideros se agudizará la fractura del suelo, y la recuperación de ríos y arroyos será más lenta, apuntó Francisco Javier Sánchez Ruiz, investigador de la facultad de Ingeniería Ambiental y Desarrollo Sustentable de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).
De acuerdo con datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) analizados por este diario, durante los primeros cinco meses del año hubo una precipitación mensual de 85.7 milímetros (mm), es decir, 85.7 litros de lluvia por metro cuadrado, de enero a mayo. Este dato resaltó como el valor más bajo de los últimos 20 años, tomando en cuenta el mismo periodo de tiempo.
En otras palabras, la lluvia acumulada entre los cinco meses fue 220 por ciento menor a la registrada en 2004, y 189 por ciento más baja a lo que se reportó hace apenas una década, en 2014. Desde ese momento, la precipitación durante ese mismo periodo fue variada hasta 2022, cuando comenzaron a presentarse registros inferiores a los 200 mm.
Aunado a lo anterior, se encontró que la media estatal de precipitación durante los primeros cinco meses del año desde 2004 a 2024 ha sido de 197 mm. Por lo tanto, las lluvias de este año durante ese periodo han sido considerablemente más bajas que el promedio.
Frente a ese contexto, Sánchez Ruiz detalló que, si bien la temporada de lluvias arranca regularmente a partir de la segunda mitad del año, las lluvias que usualmente caen en el primer semestre suelen ser benéficas para el suelo, los ecosistemas y los sitios de infiltración hídrica. Por ello, destacó que la baja en precipitaciones constituye múltiples riesgos para el estado.
Según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), entre enero y mayo pasados la precipitación en Puebla se ubicó por debajo del parámetro considerado como “normal”. Esta condición fue idéntica a la mayoría de estados del país, especialmente del centro.
Para el investigador de la UPAEP, sin embargo, la reducción paulatina de lluvias en los primeros cinco meses de los últimos años, particularmente del último lustro, es un indicativo de las variaciones climáticas mundiales, pero también de la notable reducción de sitios de captación hídrica a nivel regional, que en este caso son los sistemas forestales.
Datos de la plataforma Global Forest Watch (GFW), que analiza el impacto antropogénico en la alteración de los bosques del mundo, concluyó que, de 2001 a 2023, el estado de Puebla perdió 71 mil hectáreas de cobertura forestal, es decir, el detrimento fue de 7.2 por ciento.
Lluvias a inicios de año son necesarias
En entrevista con El Sol de Puebla, Sánchez Ruiz, doctor en Ingeniería Química por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), reconoció que las precipitaciones registradas durante la primera mitad del año, si bien son bajas, son necesarias, pues ayudan a mantener niveles de humedad en la tierra necesarios para evitar fracturas.
El experto indicó que este tipo de eventos climatológicos tienen efectos particularmente beneficiosos para la atmósfera cuando se presentan de forma equilibrada en la primera mitad del año, cuando las lluvias históricamente se presentan en menor medida. Uno de ellos es la remoción de partículas contaminantes.
“Las primeras precipitaciones contribuyen, básicamente, a la limpieza de la atmósfera de la mayor parte del material particulado que puede ser arrastrado por estas primeras precipitaciones”, comentó Sánchez Ruiz.
Detalló que las lluvias durante los primeros meses del año juegan un papel importante para la estabilidad del suelo y la conservación de algunos cuerpos hídricos, como ríos, arroyos y lagunas.
“Las primeras precipitaciones que caen pueden ser beneficiosas, pues así comienza a tener humedad el suelo o la parte superficial del suelo”, destacó el académico.
Actualmente el problema es que las bajas precipitaciones se mezclan con las temperaturas máximas preponderantes de la temporada de estiaje. Esta situación agudiza aún más la fracturación de la tierra, pues ambos fenómenos climatológicos reaccionan ante el calor extremo del suelo con la lluvia a menor temperatura, apuntó el especialista.
En ese sentido, Sánchez Ruiz sostuvo que la disminución de las precipitaciones es perjudicial para el medio ambiente, especialmente porque ello representa una reducción directa del líquido que se infiltra a los mantos acuíferos.
Recordó que, en terminología sencilla, el agua de las lluvias forma parte del ciclo del agua, lo que a su vez garantiza la disponibilidad de las corrientes subterráneas y superficiales de este recurso.
“Que vayan disminuyendo estas precipitaciones básicamente es malo, porque no vamos a tener la misma cantidad de infiltración de agua ni las recargas a los mantos freáticos. Obviamente habrá una disminución en la extracción de agua, y, por ende, vamos a tener ausencia de este líquido”, expuso el especialista.
En ese sentido, la disminución de precipitaciones a largo plazo agudizará la sobreexplotación de los mantos acuíferos en Puebla, mediante la búsqueda de pozos cada vez más profundos.
Por si esto fuera poco, Sánchez Ruiz enfatizó que la pérdida gradual de lluvias contribuye al deterioro de las cuencas, y provoca que la recuperación de algunos cuerpos hídricos sea más lenta, inclusive irreversible durante la temporada de estiaje.
“Vamos a tener también fracturas o pérdidas de algunos lugares debido a la pérdida del suelo, inclusive la generación de algunos socavones (...) También se irán perdiendo ciertas cuencas o ciertos ríos que, conforme van desapareciendo, se convertirán en focos de infección y enfermedades”, añadió el investigador.
Al mismo tiempo, enfatizó que los bosques, que son los sitios de infiltración al subsuelo, se vuelven vulnerables ante el incremento de temperaturas, lo que eventualmente puede ser perjudicial frente a la exposición por incendios forestales y las temporadas de sequía.
Esta situación coincidió con la información revelada por el SMN en su Reporte del Clima de 2023, donde se evidenció que Puebla tuvo su segundo año más seco desde que se tiene registro. Es decir, la desertificación se agudizó desde 2021 hasta entonces.
Aunado a lo anterior, los datos de la Conagua detallaron que la temporada de precipitaciones en 2024 empezó con un notable atraso en comparación con lo vivido años atrás, inclusive en 2023. Esto se evidenció al notar que este año en mayo hubo 28.4 (mm), cuando el promedio durante ese mismo mes, pero de las dos décadas pasadas, ha sido de casi 86 mm, lo que regularmente se identifica como el arranque de las lluvias a nivel estatal.
Históricamente, según el SMN, los años que tuvieron el registro pluvial acumulado más alto de Puebla durante los primeros cinco meses del año han sido 2015, 2004, 2014, 2006, 2012, 2021, 2018, 2010, 2009, 2017, 2008, 2016 y 2007 (ordenados de mayor a menor). En contraste, los de menor precipitación han sido más recientes, 2024, 2019 y 2022.
Deforestación, tras pérdida de precipitaciones
De acuerdo con el académico de la UPAEP, quien integra la plantilla del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), una de las principales causas de la reducción de precipitaciones a nivel regional es la pérdida de superficie forestal.
Según el académico, en la entidad poblana los desarrollos inmobiliarios y actividades industriales, así como la tala desmedida de árboles, se colocan como las principales causalidades de la deforestación.
Explicó que la reducción de estos espacios impacta negativamente en el ciclo del agua, pues la pérdida de humedad impide que se desarrolle este procedimiento. Aseguró que este tipo de comportamientos ya se han observado en estados como Jalisco y Nuevo León, donde la deforestación ha crecido considerablemente en los últimos años y la escasez hídrica ha sido más aguda.
Datos de GFW expusieron que 97 por ciento de la deforestación ocurrida entre 2013 y 2023 en Puebla afectó el bosque natural. Esto representó la emisión de 22.4 miles de toneladas de emisiones de dióxido de carbono.
Futuro incierto para Puebla
De acuerdo con Sánchez Ruiz, la UPAEP implementó una serie de modelos matemáticos respaldados por universidades en Estados Unidos, como la de Texas (UT), con la finalidad de identificar la tendencia de precipitaciones para el estado en el futuro.
En ese sentido, expuso que las lluvias se reducirán considerablemente en los próximos años durante los primeros seis meses del año. Además, afirmó que en Puebla se tendrán periodos de lluvia con menos precipitaciones, en comparación con otros años.
Al respecto, finalizó diciendo que las proyecciones estiman dos posibles escenarios, de los cuales depende el incremento de temperatura en los próximos 10 años. Si el aumento fluctúa entre 1 y 2 grados Celsius, es posible que las condiciones de precipitación sean idénticas a las de 2018. Sin embargo, si el parámetro es mayor, el desequilibrio térmico tendrá efectos devastadores en la ocurrencia de lluvias, destacó el experto.
Cabe recordar que El Sol de Puebla reportó en abril pasado que expertos de diversas instituciones, como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Tecnológico de Monterrey, pronosticaron que el incremento térmico en la entidad poblana será de hasta 2 grados Celsius en la próxima década en caso de mantener el mismo consumo energético.