Por el desmantelamiento de la producción del campo, el aumento de la migración -a partir de 1990- y la inestabilidad e insuficiencia de las remesas, las mujeres residentes en entornos rurales desempeñan un papel clave en la provisión de sus hogares porque despliegan diferentes opciones de trabajo para allegarse de recursos, indicó María Eugenia D´Aubeterre Buznego, académica del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” (ICSyH) de la BUAP.
La doctora en Antropología, por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, expuso que el mundo rural está integrando por mujeres que van y vienen; es decir, de un nuevo sujeto que oscila y transita a entornos urbanos por la precarización de sus recursos.
“Hablar de mujeres rurales no quiere decir que sean campesinas. Son mujeres que oscilan entre actividades domésticas –como madres y esposas- y se insertan en el trabajo informal o asalariado, como sirvientas y trabajadoras en maquiladoras. Lo que condensa su experiencia es la precarización de la vida”, precisó.
En los pueblos –dijo- han quedado mujeres que pueden moverse menos: las de mayor edad a cargo de la parcela y de animales de traspatio. Entonces, quienes van y vienen a las ciudades o las afueras de sus comunidades son sus hijas. De esta manera, las metrópolis y, sobre todo, la economía urbana se alimentan del flujo de personas de zonas rurales, quienes realizan labores domésticas, en fábricas y en el sector terciario.
La investigadora adscrita al posgrado en Sociología del ICSyH explicó que las féminas no están en casa en espera de remesas, mucho menos de apoyos federales o estatales, sino que desde sus hogares realizan diversas actividades que les generen ingresos. Por ejemplo, una parte del año trabajan en actividades agrícolas, como la producción de maíz para el consumo de sus familias.
Igualmente, tienen una fuerte visibilidad en las ciudades como vendedoras en los mercados ofreciendo los productos de sus parcelas, artesanías, semillas o café. Incluso algunas son de lugares remotos, como Oaxaca y Chiapas, quienes después de comercializar sus productos regresan a sus hogares. A pesar de obtener ínfimas ganancias aseguran el sustento de sus familias, comentó.
Por otra parte, María Eugenia D´Aubeterre abundó que existen mujeres que han migrado hacia Estados Unidos, una tercera parte del total de migrantes, para convertirse en proveedoras de remesas.
La académica del ICSyH señaló que el estudio de la situación de las mujeres rurales en el estado de Puebla forma parte de los trabajos generados en el Seminario Permanente Género y Procesos Socioculturales, del cual es responsable, una labor institucional encabezada en sus inicios también por Martha Patricia Castañeda Salgado y Gloria Da Marroni, académicas de la UNAM y la BUAP, respectivamente.
“Nuestras investigaciones están orientadas a mostrar que ese mundo rural no es esa idea romántica e idílica del campesino que se mantiene a sí mismo y conserva tradiciones. Ese mundo rural desapareció y dejó de ser la fuente primordial de recursos económicos de estas comunidades”, comentó.
Durante 15 años, este seminario ha documentado a un segmento de la población que experimenta explotación y subordinación de género. Algunas de las investigaciones, como parte de tesis de maestría y doctorado en Sociología, refieren situaciones de migración, trabajo femenino, representaciones sociales de género, trabajo y ejercicio de la maternidad, salud reproductiva, mujeres y VIH, entre otros temas.
La doctora D´Aubeterre Buznego consideró que este 8 de marzo es una fecha para visibilizar las condiciones degradadas de las mujeres, el reconocimiento de su trabajo invisible (el cuidado de los hijos y del hogar) y la existencia de una violencia exacerbada hacia ellas, tanto íntima, como estructural, simbólica y cultural. “Nunca fue un día de festejo, pues el origen de este día se remonta a la conmemoración del Día de la Mujer Trabajadora, impulsado por las mujeres comunistas para entrever la dominación masculina y la explotación capitalista”, recordó.