Falleció este martes a los 65 años de edad, por complicaciones derivadas de covid-19, Roberto Mejía Murillo, director de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM). Ante la noticia el gobierno capitalino se refirió a él como “un apasionado de la música clásica y un ejemplo de desempeño ejecutivo al frente de la OFCM”.
Eduardo Soto Millán, músico y excolumnista con quien trabajó en 2009 a 2014 en el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), y quien estuvo al tanto de su salud hasta sus últimos días, lamento la pérdida.
“Era un melómano, sobre todo del jazz y de peculiaridades de ese género; un gran hombre que siempre amó la música y se alimentó de la misma conforme avanzaba en su trabajo. Dueño de una personalidad afable y sencilla, de un gran conocimiento, un buen funcionario en este medio musical y un gran amigo.
“Convivimos mucho laboralmente en la época en la que fui coordinador de Música y Ópera del INBA y él estuvo en la Gerencia de Grupos Artísticos. Hicimos buena mancuerna, yo en lo artístico y él en lo operativo, y creo que dejó una impronta significativa ahí, después hizo cosas significativas en la OFCM, pero en el INBA dejó un gran trabajo. Lo extrañaré y siento mucho su partida”.
Para Benjamín Anaya, músico y exdirector de Divulgación Cultural de la Ciudad de México, el trabajo de Mejía Murillo quedará para la posteridad en la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de México:
“Fue un gran gestor cultural, en el cargo en la filarmónica fue estratégico para consolidar tres logros que considero muy importantes en el ámbito de la música de concierto no sólo de la Ciudad de México, sino del país: el primero es que impulsó la participación de los integrantes de la orquesta en el proceso de selección de su director artístico, así llegó Scott Yoo, y eso marcó un precedente de comunicación e integración que considero muy afortunada.
“El segundo sería su trabajó en el proceso de habilitación de la Sala Silvestre Revueltas; fue una decisión en equipo con la Secretaría de Cultura y la Jefatura de Gobierno. Creo que quedó como verdadera sala de concierto con características similares de sonido a la Sala Nezahualcóyotl, porque, aunque es demanda de comunidad de la orquesta, la gestión de Roberto lo permitió. Y la tercera es que coadyuvó en la consolidación de la Sociedad de Amigos de la OFCM”.
Finalizó: “Después de trabajar en la secretaría, mi amistad con Roberto continuó, fue un melómano, un gran coleccionista de música de discos LP de diversos géneros: rock, jazz, música de concierto”.
A Mejía Murillo le sobreviven su esposa, Leticia Vázquez Cruz, y los hijos de ambos, Daniel y Ricardo.
Con información de Proceso.