PUEBLA.– Rumbo a la histórica conmemoración del quinto centenario de la fundación de Puebla de los Ángeles (1531-2031), el Gobierno y diversas instituciones académicas promueven un ejercicio profundo de memoria histórica. Más que una simple efeméride, los 500 años de la ciudad se presentan como una oportunidad para analizar su origen como un proyecto político y cultural estratégico del México virreinal. Al ser una ciudad planificada desde su origen en el valle de Cuetlaxcoapan, Puebla se consolidó como un laboratorio del orden social que hoy, a través de sus instituciones, busca reivindicar las narrativas de todos los sectores que la construyeron.

Desde su fundación el 16 de abril de 1531, Puebla destacó por ser un diseño urbano excepcional, concebido bajo ideales renacentistas para albergar a colonos y dinamizar la economía entre el puerto de Veracruz y la capital. A diferencia de otros centros edificados sobre ruinas prehispánicas, nuestra ciudad nació de una visión de orden y progreso agrícola y comercial. Este esfuerzo fundacional, impulsado por figuras como fray Toribio de Benavente "Motolinía", sentó las bases de una metrópoli que hoy es orgullo nacional por su traza perfecta y su vocación de servicio al crecimiento del país.

El esplendor de la Angelópolis se manifiesta en su riqueza material, donde el barroco novohispano alcanzó su máxima expresión. Monumentos como la Catedral y la Capilla del Rosario son testimonios de un mestizaje artístico sin igual, donde el talento local transformó las influencias europeas en una identidad propia. Ejemplo de ello es la talavera poblana y nuestra gastronomía de fama mundial, donde el mole y los chiles en nogada simbolizan la unión de culturas. Esta administración reconoce en el patrimonio material una herramienta de cohesión social que nos define ante el mundo como un crisol de tradiciones.

La relevancia de Puebla en la historia nacional se reafirmó en el siglo XIX con la heroica Batalla del 5 de mayo, transformando a la ciudad en un baluarte de la soberanía mexicana. El reconocimiento de la UNESCO en 1987, al declarar el Centro Histórico como Patrimonio de la Humanidad, no solo premia su belleza arquitectónica, sino que obliga al Estado y a la ciudadanía a proteger este legado. La gestión actual trabaja para que la conservación de nuestros monumentos conviva armoniosamente con la modernidad, asegurando que Puebla siga siendo una ciudad viva y funcional para sus habitantes.

En el marco de esta transformación, el debate sobre los 500 años incorpora una mirada crítica hacia la "colonialidad", buscando dar voz a las comunidades indígenas y de origen africano que fueron piezas clave en la edificación de la urbe. Se trata de una política de memoria incluyente que no oculta las contradicciones del pasado, sino que las integra para construir un futuro más justo. Al reconocer el esfuerzo de los constructores anónimos, el gobierno fortalece la identidad de una Puebla diversa que se reconoce en sus raíces múltiples y en su constante evolución.

@_Melchisedech