Un artículo del diario español ABC ha arrojado información que nos sirve para analizar la tensa relación entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y su sucesora, Claudia Sheinbaum. A pesar de que en público ambos líderes han mostrado una imagen de unidad y continuidad, la realidad política tras bambalinas revela una lucha silenciosa por el control del futuro inmediato de México.
Sheinbaum, quien está por asumir el poder en octubre, intentó detener la aprobación de la polémica reforma judicial impulsada por López Obrador. Según el informe del diario español, hace días la mandataria electa pidió a los senadores y diputados de Morena que frenaran el avance de la reforma hasta que ella tomara posesión, en un esfuerzo por suavizar algunos puntos que inquietan tanto a los empresarios como a los socios del T-MEC. Sin embargo, sus esfuerzos fueron en vano. La reforma avanzó sin retrasos, lo que marca un primer indicio de la limitada influencia que Sheinbaum parece tener en las decisiones del actual mandatario.
El ABC revela que, aunque Sheinbaum públicamente ha cerrado filas con López Obrador, en privado rechaza varios aspectos de la reforma judicial. Este desacuerdo subraya la tensión entre la imagen de continuidad que ambos desean proyectar y los intereses divergentes que los separan. López Obrador no parece estar dispuesto a ceder terreno tan fácil, ni en términos legislativos ni en la estructura interna del gobierno.
El aún presidente ha tomado medidas claras para asegurar que su influencia se mantenga, incluso después de dejar formalmente el poder. Ha designado a más de 30 personas en puestos clave dentro del próximo gobierno, a pesar de haberle prometido a Sheinbaum en junio pasado que solo serían cinco. Este control, disfrazado de reconocimiento a los subordinados leales de su administración, va más allá de las posiciones políticas: incluso ha impuesto a su hijo, Andy, como el filtro decisivo dentro de Morena para cualquier acción relevante en el partido.
Como he escrito en columnas anteriores, esta dinámica refleja una preocupante centralización del poder que Sheinbaum tendrá que enfrentar desde el primer día de su mandato. La imposición de López Obrador va más allá de los cargos y políticas. Según el diario, incluso la elección de la residencia oficial ha sido motivo de tensión. Mientras Sheinbaum tenía planes de vivir en una casa al sur de la ciudad, el presidente le ha ordenado instalarse frente al Zócalo, subrayando su influencia sobre cada detalle del futuro gobierno.
La pregunta que surge, estimados lectores, es: ¿hasta qué punto Sheinbaum será libre de tomar decisiones durante su primer año de gobierno? La teoría de que gobernará bajo la sombra de López Obrador cobra fuerza con cada nueva maniobra de Andrés Manuel. Su autonomía, al menos en el corto plazo, parece estar limitada por un líder que se rehúsa a soltar las riendas del poder.
El futuro inmediato del país está en juego. La relación entre Sheinbaum y López Obrador definirá no solo el rumbo de su gobierno, sino también la estabilidad política y económica de México. La sombra de AMLO parece ser muy pesada, y el margen de maniobra de la nueva mandataria, por ahora, se vislumbra casi imposible.
Así las cosas…