La reforma a la Ley del Notariado impulsada por el gobierno de Miguel Barbosa, puso literalmente a temblar a más de un delincuente que se logró infiltrar en esa sub clase social.
En esa reforma debió haberse considerado que a los notarios se les hicieran exámenes de dopaje porque más de uno consume drogas, son borrachos, corruptos, se roban terrenos e inmuebles, presentan conductas delictivas, se han enriquecido ilícitamente, no declaran todos sus impuestos y encubren al crimen organizado.
De antemano una disculpa para aquellos notarios pulcros y con gran valor humano, pero a estas alturas todos saben la clase de delincuentes que se alojan en las notarías.
Así como en el periodismo y medios de comunicación hay hampones que se infiltran, también otros delincuentes han logrado notarías por hincarse frente al gobernador en turno y ser sus plomeros preferidos.
Hasta se disfrazan de columnistas desde donde atacan a quienes consideran sus detractores, lo que exhibe su vergüenza hacia la profesión que estudiaron.
Por lo pronto, me viene a la cabeza las cínicas sonrisas de los notarios Mario Marín Torres y Valentín Meneses Rojas. El primero cumple un mes preso y el otro, su compadre y cómplice esta a días de cumplir su mes en la cárcel.