Otro día negro en el Mediterráneo. Autoridades, ONG y algunos buques mercantiles han amanecido este miércoles con 15 operaciones de rescate a aproximadamente 30 millas (unos 50 kilómetros) de las costas libias, todos ellos coordinados por el Centro de Rescate de Roma. En ellas están entre la vida y la muerte unos 1.700 migrantes que, desesperados, se suben en Libia —previo pago de miles de euros a las mafias— a barcos de madera y de goma de dudosa resistencia. Al menos 30 han fallecido, y los rescates se han prolongado durante toda la mañana con la ayuda de 14 embarcaciones, entre las cuales se encuentran una fragata italiana y la embarcación de Moas, una ONG desplegada en la zona de rescate SAR (búsqueda y rescate en inglés), según ha informado la Guardia Costera.
"Ahora mismo están [Moas] en plena operación de rescate y no podemos confirmar aún el número de fallecidos", explica por teléfono una portavoz de la ONG maltesa que lleva más de tres años salvando vidas del medio del mar con su buque de recreo Phoenix convertido en barco de rescate. También está el buque italiano Fiorillo, según Cosimo Nicastro, comandante y portavoz de la Guardia Costera, un remolcador y dos patrulleros zarpados desde la isla de Lampedusa (Italia). Chris Catrambone, fundador de Moas, critica en Twitter que "esto no es una película de terror, es una tragedia real que sucede hoy [miércoles] en las puertas de Europa" mientras publica las fotos de uno de los rescates donde asegura que había más de 700 personas en "al menos" una barca de madera, aunque podría haber más, explica la misma portavoz. "Al ser tantas personas, no teníamos salvavidas suficientes y un avión español nos ha tirado refuerzos desde el aire".
Roma rebaja, sin embargo, esa cifra a 500 migrantes, de los cuales unos 200 se habrían caído al agua durante el rescate. Las razones del naufragio todavía son desconocidas, según explica Nicastro al detallar que a bordo de Fiorillo se encuentran unos 700 migrantes rescatados en intervenciones anteriores. "Puede haber sido una ola o simplemente el hecho de que las personas [a bordo] se hayan desplazado a un lado de la embarcación al ver llegar los rescatadores", explica por teléfono Nicastro. Ese es precisamente el momento más crítico del rescate, según los voluntarios, pues los migrantes se ponen nerviosos al divisar a sus salvadores y pueden caer al agua. Muchos no saben nadar. Así volcó una barcaza de madera hace un año en cuyo naufragio fallecieron ahogados y asfixiados decenas de personas.
El portavoz de la Guardia Costera italiana lamenta que la búsqueda de los desaparecidos no ha producido resultados a lo largo de la mañana. "Todavía desconocemos identidad y nacionalidad de los fallecidos", dice, "Nos estamos concentrando en salvar a los vivos". Uno de los cadáveres ha sido trasladado al buque Fiorillo, mientras que otros 30 siguen a bordo de la embarcación de Moas. Varias columnas de humo se divisan en las fotografías de los rescates. Son las embarcaciones que arden a lo lejos para que los traficantes de personas no las vuelvan a utilizar.
El buque Aquarius, de Médicos Sin Fronteras, lleva ya a 1.000 personas —rescatadas el martes— en su cubierta camino de Salerno (en la península italiana). Al menos otros 200 han sido rescatados por la Guardia Costera libia durante el mismo día, según informa France Presse. En lo que va de año, 1.340 personas han muerto en todo el Mediterráneo, la mayoría (1.252 en la ruta entre Libia e Italia), según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). En todo 2016, 5.068 personas murieron en el intento de alcanzar las costas de la Unión Europea, según la misma organización. Fue el año más mortífero en el Mediterráneo desde que se empezó a contabilizar en 2006. Más de 180.000 migrantes han llegado a las costas de Italia en 2016, con un incremento de más de un 17% sobre las llegadas del año anterior, según informó este marzo el Ministerio del Interior.