En diversas películas de ciencia ficción acerca de la conquista de nuevos mundos, las escenas y guiones atraviesan momentos cruciales antes de hacer míticos viajes a la velocidad de la luz, a través de agujeros de gusano, y otras excentricidades que no son siempre bien recibidas por los astrofísicos. Uno de esos momentos es la detección de esos nuevos mundos más allá de nuestro sistema solar (exoplanetas) a través de telescopios espaciales y en Tierra. Esto es cada vez más común en la vida real mediante telescopios espaciales como el Kepler o el Spitzer; este último recientemente contribuyó a revelar una observación única e histórica.
Utilizando el Telescopio Pequeño para Planetas en Tránsito Planetesimales (TRAPPIST, por sus siglas en inglés), ubicado en Chile, los astrónomos detectaron tres planetas; posteriormente, otros telescopios apuntaron hacia este sistema, ubicado a 40 años luz, ubicado en la constelación de Acuario, como el Telescopio Muy Grande (VLT) del Observatorio Europeo del Austral, que ayudaron al Telescopio Espacial Spitzer a confirmar la existencia de dos de estos planetas y detectar cinco más. El método empleado para la detección ha consistido en analizar las variaciones de luz de la estrella para tratar de detectar el paso de planetas, lo que se conoce como tránsitos.
Así, el grupo internacional de científicos detectó por primera vez un sistema planetario con siete planetas del tamaño de la Tierra, tres de los cuales se encuentran en la “zona habitable” respecto a su estrella del sistema llamado TRAPPIST-1 y podrían albergar océanos de agua en la superficie, en relación a la catalogación realizada por el telescopio belga. La zona habitable de un planeta está determinada por su cercanía con su estrella, la cual permite la existencia de agua líquida: si está muy cerca se evapora y si está muy lejos se encontrará congelada.
Los seis planetas más cercanos a la estrella pueden tener una temperatura en la superficie de entre 0 y 100 grados, el rango en el que puede haber agua líquida, y tres de ellos están en la llamada “zona habitable”, por lo que son candidatos especialmente prometedores para albergar vida.
Ésta es la primera ocasión que la astronomía detecta un “lote” tan importante de planetas del tamaño de la Tierra, los cuales además están muy cerca los unos de los otros: desde la superficie sería posible verlos tan cerca como nosotros a la Luna. Por ejemplo, si se moviera el TRAPPIST-1 dentro de nuestro sistema solar sus planetas quedarían dentro del anillo de la órbita de Mercurio —“b” el planeta más interior tarda tan sólo un día terrestre en rotar su estrella—. El hecho de que estén tan cerca hace muy probable que el tirón gravitacional de los planetas provoque fuerzas de marea capaces de generar actividad volcánica en algunos de ellos, según los investigadores.
Serán futuras investigaciones y la observación con otros telescopios para saber si poseen agua líquida y analizar detalles de su atmósfera, y quizá así inferir si es posible el desarrollo de la vida en alguno de ellos.
SIETE MARAVILLAS. Basado en las mediciones de las densidades de los planetas, los científicos refieren que son rocosos, como la Tierra, no obstante “h”, el séptimo y más alejado de su estrella y sería más bien una “bola de nieve”. De acuerdo con los científicos, los planetas “c”, “d” y “f” reciben una cantidad de calor de su estrella comparable a la que reciben Venus, Tierra y Marte, respectivamente.
“Las siete maravillas de TRAPPIST-1 son los primeros planetas similares a la Tierra que han sido descubiertos orbitando una estrella enana roja”, refirió Michael Gillon, principal investigador de la misión y autor principal del artículo que se publicó ayer en Nature.
“¡Es un sistema planetario impresionante! Y no solo porque hayamos encontrado tantos planetas, sino porque tienen un tamaño sorprendentemente parecido al de la Tierra”, refirió ayer en conferencia desde la NASA.
Los científicos refirieron además que, como sucede con otros fenómenos estelares, la existencia de sistemas como TRAPPIST-1 podrían ser más comunes de lo que se podría imaginar, por lo que este hallazgo añade una especie más a esta “fauna” cósmica, donde podrían darse condiciones para desarrollar vida.
“El sistema TRAPPIST-1 nos proporciona una de las mejores oportunidades que tendremos la próxima década para estudiar la atmósfera alrededor de planetas del tamaño de la Tierra”, señaló Nicole Lewis, co líder de las investigaciones del Telescopio Espacial Hubble. Será con el Hubble, el Spitzer, Kepler y el futuro James Webb, que los científicos podrán estudiar con más detenimiento este tipo de fenómenos celestes, y quizá develen los incontables misterios que esconden.
En los últimos años, los científicos han acumulado pruebas de que los planetas del tamaño de la Tierra son corrientes en la galaxia, pero el trabajo de Gillon y sus colegas indica que son aún más abundantes de lo que se pensaba.