A sus quince años, Mónica no estudiaba ni trabajaba. Para sus padres era una chica rebelde, que en ocasiones no regresaba a casa a dormir.
Pero en aquella ocasión fue distinto. Tras notar su ausencia la noche anterior, la familia recibió una extraña llamada, en la que unas personas dijeron tener a Mónica secuestrada y exigieron una fuerte cantidad de dinero.
Para sus padres era totalmente absurdo pensar en un secuestro, pues no se consideraban “gente de dinero”. El padre de Mónica trabajaba como vigilante en una bodega de la Central de Abastos, con un módico sueldo que alcanzaba para vivir al día.
Al día siguiente, los delincuentes enviaron fotos de Mónica a su familia: aparecía con las manos atadas y los ojos vendados, sentada en un viejo colchón. Las imágenes llegaron acompañadas de una llamada que exigía un pago para dejarla en libertad.
Convencidos de que su hija estaba secuestrada, entraron en pánico, pues era prácticamente imposible reunir la cantidad de dinero solicitada.
De forma paralela, la División de Investigación de la Policía Federal realizaba labores para dar con las personas responsables del secuestro de un hombre, ocurrido previamente.
Los trabajos de investigación condujeron a una zona de la Ciudad de México, donde se ubicó a varios sujetos que presuntamente se dedicaban al secuestro, así como un domicilio que supuestamente era utilizado como una casa de seguridad. Los indicios hacían sospechar que los sujetos tenían a una persona secuestrada en dicho lugar.
Tras considerar diversos elementos, se planeó un operativo para actuar lo antes posible, pues se contaba con información de que existían planes de privar de la vida a la víctima.
Privilegiando la seguridad de la ciudadanía en el lugar y de la propia víctima, así como el marco legal correspondiente y el respeto a los derechos humanos, el grupo operativo experto en atención al secuestro utilizó el factor sorpresa para neutralizar y detener a cinco de los presuntos secuestradores.
Otro grupo más ingresó a lugar, donde se ubicó a Mónica atada de manos y con los ojos cubiertos.
¡Estoy secuestrada! – gritó la joven - ¡Algo me hicieron en la mano!
Dos policías federales le brindaron atención médica y psicológica de forma inmediata. La víctima tenía la mano vendada, misma que todavía estaba anestesiada, pues horas antes sus captores le amputaron el dedo meñique, con la intención de enviárselo a su familia como prueba de vida.
Además de presentar la denuncia correspondiente, en seguimiento al caso tanto Mónica como su familia recibieron atención psicológica por parte de especialistas de la Policía Federal, a fin de brindar el apoyo necesario para superar el hecho.
La denuncia ciudadana contribuye a que otras personas eviten ser víctimas del delito.
Si detectas algo extraño en tu colonia, como domicilios con periódico en las ventanas, luces que están prendidas todo el día, gritos o ingreso de personas con alimentos en actitud sospechosa, no lo dudes y denuncia al 088.
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