El lugar que hace dos semanas era un hervidero de rescatistas, ambulancias, soldados y madres llorando en la acera, es este miércoles un cruce de calles en silencio, donde quedan algunas carpas vacías, cubos de basura y cintas amarillas para impedir el paso.
Los primeros tres días se movieron los cascotes de forma frenética y desorganizada y después precisa pero desesperadamente lenta. Durante la primera etapa, 28 personas fueron recuperadas con vida, a la que luego le siguió un macabro goteo de cuerpos hasta sumar 49.
Durante 16 días y 16 noches esta esquina a medio camino entre las colonias Roma y La Condesa, fue un tiovivo de emociones donde decenas de familias aguardaban bajo una carpa de plástico con la cabeza entre las manos. Un día los sensores israelíes detectaban calor humano, y otro se extendía el rumor de que la maquinaria pesada estaba lista para intervenir.
El inmueble de tres pisos, que se vino abajo en 15 segundos, tenía, en realidad, seis niveles construidos, tres más de los permitidos. Además, para levantarlos se utilizaron placas cinco veces más pesadas de lo habitual: “Se hicieron dos cosas terribles; construir tres nuevos pisos, y hacerlo con ‘losa catalana’, que tiene 60 centímetros de grosor cuando lo habitual es de 12 o 14 centímetros”, reconoció ante los familiares Humberto Morgan, coordinador de Movilidad del Gobierno de la capital.
Durante la espera, el improvisado campamento levantado a pocos minutos caminando del centro financiero del país, ha sido todo menos un lugar de paz y duelo. Seis días después del terremoto las familias exigieron a gritos a los soldados que permitiera el acceso de los Topos, los rescatistas mexicanos conocidos por su valiosa aportación en el 85, y cuyo trabajo restringían para facilitar el trabajo de los israelíes y sus modernos aparatos. “Si no van a ayudar, no estorben, cabrones”, les gritaban al otro lado de la valla.
El sismo de 7.1 de hace dos semanas causó en Ciudad de México 225 muertos, 21 heridos que siguen hospitalizados, 30 edificios derrumbados y otros 1.000 inmuebles más desalojados por temor a que cualquier réplica los tumbe en pocos segundos.
Con información de : EL PAÍS