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Día del Niño a través del tiempo: del avioncito al celular
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El Día del Niño se ha celebrado en México por 109 años; sin embargo, cada niño ha vivido esta fecha de manera diferente, tanto los niños de hoy como los de antes. Algunos lo festejan con globos y dulces, otros ni lo recordaban. Algunos nadan en juguetes, otros jugaban con palos y piedras.
En Unotv.com hablamos con personas de todas las generaciones, desde los sabios de la Generación Silenciosa hasta los niños que todavía van a la escuela y se dedican a soñar e imaginar.
Los juguetes con los que jugábamos
Jesús tiene 91 años, nació en 1934 cuando Abelardo Rodríguez era presidente en México y cinco años antes de que empezara la Segunda Guerra Mundial. ¿Con qué jugaba?
“Desde chiquitos jugábamos béisbol con pelotas de trapo y agarrábamos una rama de mezquite. Con eso bateábamos los chamacos”.
Jesús (Generación Silenciosa)
Al no tener televisión, invento que llegó al país cuando tenía 13 años y al que no tuvo acceso por su situación económica, Jesús pasaba su tiempo ayudando a su padre en los campos de Irapuato.
Ana y Silvia, ambas de la generación conocida como “Baby Boomers“, tampoco tuvieron al televisor como parte de su infancia. ¿El resultado? Jugaban en la calle por horas hasta que caía la noche.
Silvia reconoce que jugaba cerca de minas y lugares peligrosos. “Gracias a Dios nunca nos pasó nada”. Pero también es clara al expresar su tristeza al ver que los niños actuales no salen a jugar.
“A mí me da mucha tristeza que los niños de hoy no no jueguen como nosotros jugamos. Por eso hay tantas enfermedades como obesidad, ya se enferman de todo. Antes brincábamos y corríamos. Yo ni siquiera tuve televisión cuando era chica. Entonces, creo que era más sano.”
Silvia (Baby Boomer)
José, un trabajador de 42 años, es casi medio siglo menor que Jesús, pero comparten algo: el beisbol era parte de su diversión. Jesús lo jugaba con una rama, José con juguetes reales. Silvia también también jugaba con una pelota, solo que ella era más de voleibol.
Otra cosa que José, miembro de la Generación X, comparte con sus predecesores es la fiel creencia de que a las nuevas generaciones les falta la experiencia de jugar en la calle.
“Mi generación ha sido la culpable de que no salgan tanto a jugar. Creo que eso sí ha sido malo para las para las nuevas generaciones porque ya tienen demasiada tecnología, la cual no es mala, pero todo en exceso causa un daño”, reconoce.
Los juguetes evolucionan, el juego no
Los “niños retirados” son diferentes a los “niños debutantes“, eso es un hecho. Lo curioso es que hay juegos que no cambian, se mantienen, o al menos hasta la Generación Z.
Fabiola, de 32 años, jugaba al avioncito, lo mismo que Ana Karina, de 18 años. Catorce años de diferencia, pero los juegos eran los mismos. Quizás es porque no son nativas tecnológicas.
Catorce años es mucho tiempo, transcurren dos sexenios presidenciales, pero 40 años significa más cambios. Silvia jugaba con muñecas, Ana Karina también y, contrario a lo que piensa la primera, la joven de la Generación Z sabe más de juegos de lo que podría imaginar.
“Yo jugaba al avioncito; los juegos de manos como ‘Pikachu, pica arriba, pica abajo’, el del mercado, la bomba, la torre… Me gustaban mucho los columpios y había uno que no me acuerdo bien su nombre, pero era de países, de declarar la guerra en contra de mi peor enemigo, y también jugaba al listón”.
Ana Karina (Generación Z)
Y pasa lo mismo con los millennials, la cara viva del cambio y la adaptación. Alexis, un adulto joven de 30 años, tiene tan arraigados los juguetes que sigue coleccionándolos.
Pero eso sí, seguir comprando juguetes no es un trauma de su niñez, o al menos eso dice él. “Colecciono juguetes porque me gusta, no creo que sea un vacío que tengo, sé que hay niños que tienen carencias emocionales y materiales, pero simplemente es algo que me gusta”, señala.
Los videojuegos, otro símbolo inesperado del cambio
Jesús no hubiera podido imaginar la palabra PlayStation cuando era niño, de hecho, nunca llegó a entender los videojuegos. Y sin darse cuenta, los niños a los que después crió dejaron los juguetes por las consolas.
Su nieto mayor creció jugando “FIFA 06” en un XBOX clásico en el cuarto junto al suyo; uno de sus nietos menores, Samuel, de 15 años, ni siquiera se imagina jugar con títulos físicos, lo descarga todo.
“Yo juego con la Nintendo Switch, más que nada juegos gratuitos normalmente. Estos están en tienda en línea. Yo más que nada los que compro son en línea. En físico casi no”.
Samuel (Generación Z)
¿Vas entendiendo el punto? El videojuego es sinónimo del joven (de edad o de alma), pero éste también cambia todo el tiempo. Ángel, de 26 años, iba a una cadena que hoy es un fantasma, Blockbuster, ahí rentaba sus juegos.
“Recuerdo cuando existía todavía el Blockbuster y tenías que ir a rentar los videojuegos, no era tan fácil como ahora. Era casi siempre ir a rentar, te lo daban unos 5 o 6 días y lo tenías que devolver”, señala.
¿Cómo juegan los niños actuales?
Las diferencias entre un Millennial y un joven de la Generación Z no son tan marcadas; podría parecer que los nuevos niños, los de la Generación Alfa, son un mundo distinto, pero tal vez solo cambian de herramientas.
Santiago tiene 10 años, pero claro que conoce los videojuegos; sigue siendo un niño pero no conoce el término Atari o Game & Watch; sin embargo juega. ¿Cómo? Con un celular.
La consola se ha quedado atrás, el smartphone es el Nintendo, el XBOX y el PlayStation al mismo tiempo.
“Mi juego favorito es Roblox porque tiene muchos juegos, hay muchos juegos en Roblox, que crean los creadores y otras cosas”.
Santiago (Generación Alfa)
Pero los más jóvenes no han dejado las calles. Quizás a Silvia le decepcione, o a lo mejor le regrese la esperanza por la infancia, saber que Michelle, una niña de ocho años, no ha dejado de jugar en la calle.
Su padre se ha encargado de recordarle que la vida también está afuera y la lleva a montar a caballo. Esta niña de la Generación Alfa también juega con juguetes, como Silvia, como Fabiola y Karina.
“Tengo un caballo que me lo compraron mis papás. Y tengo otro caballito que igual me lo compraron mis papás.”, dice Michelle.
Cabe destacar que la primera Barbie salió en 1959, las muñecas han formado parte de la civilización humana por milenios. Así como los videojuegos, no se crean ni se destruyen, sólo se transforman y suben de precio.
Día del Niño: todos fuimos niños, pero no los mismos niños
Hasta aquí, parece que la infancia siempre es linda, pero no. Lupita pertenece a la Generación X. Parecería que todos jugaban y se divertían, pero al menos para ella, la infancia transcurrió en hospitales.
“Yo fui una niña muy enfermita (…) me tocó estar con sondas, se me reventaban las venas y me tenían que poner catéteres en mis bracitos. Entonces era muy doloroso y como me quedaba solita en el hospital, no había con quién jugar a veces”.
Lupita (Generación X)
Extrañamente, a pesar de eso, no se atreve a decir que su infancia fue triste. Fue complicada, pero alegre. Lo mismo pasa con Anita, quien incluso vio sus ilusiones romperse, pero hoy no se arrepiente.
“Mi abuelita me dijo que si le ayudaba, los Reyes Magos me iban a traer una muñeca, llegó el 6 de enero y la muñeca nunca llegó. Yo le pregunté por qué los Reyes no me trajeron esa muñeca que me habían prometido. Y me dijo: ‘Te trajeron una cartita’. Yo busqué esa cartita mucho tiempo y nunca la encontré”.
Anita (Baby Boomer)
La propia Silvia, quien creció sin un papá y mamá presente, nunca diría que no fue feliz. Eventualmente, esa tristeza se convirtió en la alegría de sus nietos. “Los abuelos estamos para consentir“, dice.
No todos celebramos el Día del Niño
El Día del Niño se reconoció en 1916 en México y uno podría pensar que, desde entonces, cada 30 de abril es motivo de fiesta en cada casa del país o en cada hogar de cada época. Pero no.
Desde las mujeres Baby Boomers hasta los alocados de la Generación Z, es posible que no hayan vivido una sola fiesta del Día del Niño, y no lo recuerdan con tanto rencor.
“En mi casa no nos festejaban porque mis papas nunca estaban”, dice Silvia. “No era un festejo tan importante en mi casa porque más bien lo vivía más en la escuela.”, coincide Alexis.
Pero, extrañamente, conforme pasa el tiempo, parece que los niños se vuelven un poco más niños y los padres, que también fueron niños pero sin Día del Niño, se dedican a celebrarlo con fervor.
Karina, hija de Lupita, recuerda cada Día del Niño con amor, incluso aún con 18 años.
“Mi abuelita siempre nos organizaba una fiesta en la que mi tía, ella y mi mamá hacían varios jueguitos. El juego de la silla, el juego de los globos y nos daban juguetes”, señala Karina.
No es casualidad que Santiago y Michelle vivan cada 30 de abril con amor, en uno de sus días favoritos de todo el año.
“Esta vez el Día del Niño me lo van a festejar y va a ser muy padre. Porque me voy a subir a un tren y nos vamos a mojar con agua, lo mejor de todo. Y también me van a dar una cajita feliz donde trae hamburguesas, papas y un juguete sorpresa”, dice Michelle.
Al final, la infancia siempre vuelve
El hecho de que la madre que no tuvo Día del Niño se lo celebre a su hija con devoción es solo un ejemplo de cómo las carencias tratan de no volve, sino de extinguirse.
Para Fabiola, una Millennial que nunca festejó el 30 de abril, su infancia volvió cuando nació Lucyana, su primogénita. Desde sus palabras, todo lo que no tuvo ella, procura que su hija lo tenga y, si se puede, multiplicado por mil.
“A mi hija, todo lo que se me pare enfrente se lo compro y creo que le doy más cosas de las que necesita, pero eso está bien. A mí me hace muy feliz verla feliz y aunque la acumulo de cosas, todas las disfruta mucho y es una etapa que no se va a volver a repetir. Solamente va a ser niña una sola vez”.
Fabiola (Millennial)
Alexis, quien era un niño problemático en la primaria, recuerda con dolor el trauma del cambio, pero la niñez también volvió a él cuando nació Aura Paulina, su hija.
Lo que tal vez no disfrutó en su propia niñez lo está disfrutando al ver a su hija crecer. Ella solo tiene dos años, pero él ha estado en cada paso.
“Ver a mi hija o ver a mi hija crecer me está haciendo muy feliz porque estoy viendo su inocencia y me gusta formar parte de los recuerdos o incluso yo formar parte del juego.”, dice Alexis.
La infancia no es una cosa que diga adiós para siempre, vuelve como Alf, en forma de fichas o en forma de un nuevo niño.
Jesús no volvería a ser un infante, porque ya vivió la infancia de sus siete nietos y para él, eso es mejor que regresar atrás. “Soy de los más felices padres, de los más felices abuelos. Mis nietos nos nos quieren. Mis hijos nos quieren. ¿Para qué ser niño otra vez si soy un padre y abuelo feliz?“.
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