Fue en el gobierno interino, cuando el hoy prófugo de la justicia Fernando Alberto Crisanto Campos, mostró su hambre por el dinero público. Siempre lo había hecho, pero ahí sacó el depredador que lleva dentro.
En 6 meses desapareció todo el presupuesto de la oficina de Comunicación Social y hoy sabemos que recurrió a empresas factureras para justificar miles de pesos que desaparecieron.
Crisanto es el vivo retrato de quien ha hecho fortuna al amparo del poder. Se jacta de vivir en el fraccionamiento más lujoso de Puebla, La Vista; tener servidumbre, joyas y la vida resuelta económicamente.
El hoy prófugo comparte un gusto con sus cómplices: en todo momento trata de dañar al gobernador Miguel Barbosa.
Cuando se reúne por separado con Manzanilla, Nacho Mier y Guillo Pacheco, trazan temas para desprestigiar al mandatario y exhibirlo en algunos de sus pasquines electrónicos.
La suerte parece que se le ha acabado. Tiene 62 años de edad; no tiene esposa, novia, amante o consorte, mucho menos hijos que lo detengan para no incurrir en una serie de hechos delictivos que avergüenzan a cualquier familia. Pero él no la tiene.
Por eso, quizá su desenfrenada ambición para ocultar sus complejos con el dinero ilícito, dinero que lo podría enviar a prisión prontamente.
Para no llamar la atención y seguir gozando de impunidad, Crisanto ideó a sus 62 años fundar un pasquín digital para pasar como periodista.
Al fin y al cabo, El Negro Crisanto ha sido para muchos un maestro, el maestro del robo, de la corrupción, del abuso y de lo que no debe ser un comunicador y menos un servidor público…
Por cierto: ¿en qué congal y con qué bailarina está el periodista que hace poco le decía que era “su gran maestro”?