El documental 'Janis: chica azul' es también una ventana a una época de talentos explosivos en la música Lumbrera del rock & roll en los años sesenta, epítome del arrebato desgañitado en la interpretación vocal, faro del alegato pre feminista, arcoíris en una era de romántico radicalismo, Janis Joplin brilla como estrella negra en la bóveda celeste de la música contemporánea, por su meteórico ascenso a la fama y por su prematura partida por la vía de la sobredosis de heroína.

La pantalla grande retoma el mito y la tragedia de la güera texana a través de un documental que a Amy Berg le tomó preparar alrededor de ocho años. Janis: chica azul (Janis little girl blue, Estados Unidos, 2015) se estrena este viernes 7 en la Cineteca Nacional, después de una pasada con más pena que gloria por algunas salas de Cinépolis.

Berg resultó elegida entre varios cineastas que fueron audicionados para realizar este filme. La realizadora originaria de Los Ángeles también escribió el guión, basándose en una profunda investigación sobre la vida de una personalidad de la que inicialmente sabía muy poco. Tuvo acceso a la documentación que pertenece al testamento de la artista, por eso su película nos pone al tanto de detalles biográficos interesantes.

La cantautora Cat Power (Chan Marshall) da voz a una Janis Joplin narradora de sus alegrías y desventuras. Así se nos comparten confesiones provenientes de las cartas escritas por la artista dirigidas a su familia, amigos y parejas sentimentales, y en las que se filtra su carácter incierto a veces atrapado en la incomprensión y la soledad.
El material de archivo del que se vale Amy Berg es muy vasto. Se integra de imágenes granulosas de presentaciones en televisión, conciertos, entrevistas, metraje casero y fotografías de todas las etapas de la cantante. Todo combinado con entrevistas recientes con sus hermanos, compañeros de colegio, integrantes de las bandas Big Brother and the Holding Company y Kozmic Blues Band (de las que Joplin fue vocalista), así como amigos y conocidos.

Aunque documental convencional, el filme en sus mejores momentos vibra casi a la par del vigor de la inconfundible voz de la Janis. Conversaciones rescatadas nos dejan conocer las ideas y valores de una mujer que desafío posturas y comportamientos dentro de la industria musical.

La cineasta se lanzó a la captura de una esencia, de un espíritu rebelde en el campo de lo público a la vez que tímido en el plano de lo interpersonal amoroso. Ahí es donde se manifiesta una Janis contradictoria y deseosa, y ante todo genuina. Están como ejemplo esas imágenes de archivo que colman la pantalla para mostrar el paisaje facial de la cantante, en ese ritual pujante, en ese exorcismo de arremolinadas emociones que siempre fue su interpretación.

Berg también nos lleva por el tránsito sufriente de quien fue echada del coro de la escuela y más tarde se dedicó a cantar solo por cerveza; quien en la universidad resultó ganadora del primer lugar al ‘hombre’ más feo, un premio que por supuesto la acomplejó. Janis siempre se incomodó con su propio aspecto físico.

La artista anheló el matrimonio, algo que le fue negado sobre todo por quien caminó con ella la ruta de la adicción, un indiferente Peter de Blanc que terminó por botarla estando ya comprometidos. La decepción de Joplin sobre los hombres terminó por generalizarse: “Los hombres siempre ofrecen algo más de lo que pueden dar”, la oímos afirmar en una de las entrevistas.

Janis: chica azul no deja de ser también una ventana a una época de talentos explosivos en la música. Aunque sobre todo nos concede una estampa colorida, con la misma vitalidad de su sujeto de atención. Hablamos del relato más encendido que hasta ahora se haya podido ver en el cine sobre Janis Joplin, en el que se describe la conquista de sus éxitos, su promesa de eterna libertad para sí, su mundo de excentricidad, así como su teatro de caídas emocionales.