Afrontaba el cuadro local la cita con la ilusión de conseguir una victoria que, de ser contundente, le permitiera escapar de unos puestos de descenso en los que se instaló desde el arranque de la campaña. Aguirre quiso sin embargo construir la ambición desde atrás y optó por cimentar su once con cinco defensas y cuatro centrocampistas por delante de Juan Soriano, sustituto bajo los palos del sancionado Iván Cuéllar.
En cuanto al cuadro vasco, Imanol Alguacil tenía que lidiar con el complicado equilibrio que supone tener esperanzas en la liga y en la Copa del Rey. Los damnificados de esa navegación entre dos mares fueron esta vez Oyarzábal y Odegaard, a quienes decidió restar algunos minutos para que llegasen más frescos a la cita copera en el Bernabéu.
De hecho a los cinco minutos ya pudieron encajar el primero cuando Martin Braithwaite remató un centro de Kevin Rodrigues desde la izquierda con todo a favor y Álex Remiro desvió milagrosamente con el pie para mandarla a córner. Se sacó éste y la jugada acabó con un remate alto, en posición franca pero algo forzada, de Jonathan Silva.
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La esperanza de hacer daño siguió viva hasta el minuto veinte. Fue entonces cuando Soriano cometió un grave fallo en un despeje, con todo a favor, y le entregó la pelota en el centro del campo a Sangalli. Condujo este, asistió a Isak y no perdonó el punta con un tiro raso desde la media luna.
El varapalo, duro, pudo ser peor si Melero López hubiera señalado un posible penalti de Jonathan Silva sobre Januzaj poco después. No sucedió y, con la sensación de que se habían librado de un drama, los anfitriones volvieron a la carga. Kevin Rodrigues, mediante un golpeo que rozó el larguero, fue quien más cerca estuvo del empate.
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La ola de optimismo se prolongó hasta después del descanso, del que salió el Leganés dispuesto a morder. Fueron instantes de acoso que terminaron en derribo cuando, como colofón a una acción que había nacido de un saque de esquina, Omeruo definió con un disparo ajustado que tocó en el palo antes de entrar previa dejada de Braithwaite.
A partir de ahí los entrenadores comenzaron a jugar con sus piezas en el banquillo y su dibujo sobre el verde en busca de soluciones. Imanol decidió dar entrada a Odegaard y más adelante a Barrenetxea y William José.
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En el caso de Aguirre, optó primero por Ruibal para acabar jugando con tres arriba cuando entró Carrillo por Kevin Rodrigues. Le quedaba aún así una bala en la recámara, que gastó dando una oportunidad a Óscar Rodríguez en el setenta y nueve.
La idea parecía amarrar el punto pero la apuesta salió ganadora ya que, en la última jugada del partido, el centrocampista demostró por qué le acompaña su merecida leyenda de excelente lanzador de faltas desde que estaba en la cantera del Real Madrid. Lo hizo poniendo la pelota en la escuadra para delirio de la grada y desesperación de una Real que se conformaba con el punto.