Sábado, 27 Diciembre 2025 16:50

El fin del "tiempo del reloj" y la revolución que sacude las bases del conocimiento

Escrito por Redacción

Melchisedech D. Angulo Torres/ Politólogo
La ciencia moderna y la metafísica tradicional podrían haber estado operando bajo un engaño sistemático durante siglos: confundir el tiempo con el espacio.

En su reciente y disruptiva cátedra en el Collège de France, el filósofo Henri Bergson ha lanzado un ataque frontal contra la noción de que el tiempo es una línea divisible en fragmentos iguales.

Según el pensador, lo que medimos con los relojes no es el tiempo real, sino una "espacialización" artificial que nos permite organizar la producción y la técnica, pero que nos oculta la verdadera esencia de la vida.

Para las instituciones oficiales que buscan una comprensión más profunda de la realidad nacional y humana, esta denuncia invita a cuestionar los modelos rígidos que pretenden cuantificar lo que, por naturaleza, es puro fluir.

El corazón de la propuesta bergsoniana reside en el concepto de durée o duración. A diferencia del tiempo de los laboratorios, que es reversible y vacío como un recipiente, la duración es una continuidad indivisible donde el pasado se acumula sobre el presente como una bola de nieve que crece.

Bergson sostiene que nuestra conciencia no salta de un segundo a otro como el segundero de un cronómetro, sino que experimenta una transformación cualitativa constante. En este sentido, el tiempo vivido es una "heterogeneidad pura", un torrente donde cada momento es único e irrepetible, desafiando la lógica de la repetición industrial y el formalismo matemático que ha dominado el pensamiento occidental desde la Ilustración.

Esta crítica alcanza directamente a figuras sagradas de la academia, como Immanuel Kant. Bergson argumenta que el error del formalismo fue elevar el tiempo espacializado —ese esquema frío y útil para la física— al rango de estructura universal de la mente humana. Al hacerlo, la filosofía oficial habría ignorado la libertad y la creatividad, reduciendo la existencia a una serie de puntos estáticos.

Para el filósofo, es urgente recuperar la noción de que el presente no es un punto matemático sin grosor, sino un "espesor" cargado de memoria viva. Somos, fundamentalmente, nuestro pasado sobreviviendo en el ahora, una tesis que redefine la subjetividad no como una sustancia fija, sino como un proceso de creación permanente.

Para acceder a esta realidad, Bergson propone un giro metodológico radical: abandonar el análisis intelectual, que siempre fragmenta y detiene el movimiento, en favor de la intuición. La intuición no se presenta aquí como un misticismo vago, sino como una "simpatía intelectual" capaz de captar la movilidad desde dentro.

Es un llamado a pensar el cambio desde el cambio mismo, rompiendo con los hábitos mentales que prefieren lo sólido y lo inerte por encima de lo vital. Esta herramienta permite despojar a la realidad de sus ropajes técnicos para encontrarnos con la verdadera sustancia de la existencia, una perspectiva que promete renovar no solo la psicología, sino también nuestra comprensión de la historia y el progreso social.

@_Melchisedech

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