Jueves, 09 Marzo 2017 13:35

O.J. Simpson y las narraciones del desvío

Escrito por La Jornada

Ciudad de México. En uno de los momentos más interesantes de la miniserie televisiva The people vs. O.J. Simpson (2016), producción de Fox 21 Television Studios y FX Productions, escuchamos al abogado Alan Dershowitz aconsejar a sus estudiantes de derecho en la Universidad de Harvard sobre la forma en que se debe ejercer la defensa durante un juicio.

Confiado de sus palabras, asegura que un abogado debe presentar teorías alternativas que no incluyan a su cliente. Y dice que no es suficiente sólo alegar la inocencia del cliente, sino también proveer una narración no sólo en el estrado, sino en el mundo. “Noten los cambios en la cultura, en los medios, en las personas. También quieren una narración, pero quieren que sea entretenida y lo que sucede allá afuera repercute en la corte… Si va a hacer un circo mediático, mejor que tú lo dirijas”.

Esa retórica sobre el litigio se ajusta como anillo al dedo a lo que nos deja ver la premiada miniserie. Su llegada a la pantalla mexicana de Netflix coincidió con el Óscar como mejor documental que recién se le otorgó a O.J. Made in America (2016), filme de cinco capítulos producido por ESPN para su serie 30 por 30, en la que se destacan personas y eventos interesantes en la historia del deporte.

Son dos producciones ambiciosas que giran sobre la figura y el famoso juicio contra The juice, el deportista más mediático en la Unión Americana del que hayamos oído. En 1994, O.J. Simpson enfrentó acusaciones por su aparente responsabilidad en el doble asesinato de su ex mujer Nicole Brown y su amigo Ronald Goldman. Arropado por un dream team de abogados, en 1995 fue declarado no culpable. El caso fue seguido por millones de estadounidense y significó un auténtico suceso en la televisión.

Para quien no haya escuchado de O.J. antes, deberá saber que fue un corredor excepcional en la NFL, aunque sus logros siempre fueron individuales. Mejor jugador colegial de su generación, fue el JMV como parte de los Bills de Búfalo en 1973 y más tarde promovido al salón de la fama entre los profesionales. Sigue siendo una leyenda del deporte y verlo jugar, inspiraba.

 

The people vs. O.J. Simpson es la primera temporada de la antología criminal American Crime Story y está basada en el libro The Run of His Life: The People v. O.J. Simpson de Jeffrey Toobin. Resultó premiada con el Globo de Oro como mejor miniserie y obtuvo nueve premios Emmy de los 22 a los que estuvo nominada. Ha sido todo un trancazo en las pantallas de Netflix de muchos países, logrando cada semana una audiencia media de 7.5 millones de espectadores en Estados Unidos.

Lo ideado por Ryan Murphy y Brad Falchuk, productores ejecutivos, se traduce en 10 capítulos de adictivo entretenimiento que nos avienta por una espiral hiperbólica apenas comienza. El penoso caso de O.J. (encarnado por un Cuba Gooding Jr. sin el mínimo parecido físico con el ex atleta) muchas veces resulta lo de menos, porque se nos lleva por otras historias picantes de protagonistas en el juicio, todos con sus propias motivaciones.

Buenos ejemplos los tenemos en el abogado narciso Johnnie Cochran (Courtney B. Vance) y sus ganas de hacer del juicio un trampolín para mayor éxito. En el abogado postizo Robert Shapiro (John Travolta) y sus esfuerzos por no perder liderazgo en el dream team de defensores. En el segundo fiscal indeciso Christopher Darden (Sterling K. Brown) al que le asaltan las dudas en su ligue con la fiscal Marcia y en el manejo de las evidencias.

En este circo de historias escandalosas, la de la fiscal Marcia Clark (Sarah Paulson) es una de las mejores. La vemos batallar entre el desgastante juicio contra The Juice, la querella legal vs el ex marido, el flirteo con el moreno Darden, además del vapuleo mediático que le provoca su personalidad y su desastroso sentido de la moda.

Dirigido por Ezra Edelman, O.J.: Made in America alcanzó los 3.6 millones de espectadores al momento que fue lanzado al aire por ABC News. Es producto de una profunda investigación y goza

de una cantidad impresionante de material de archivo sonoro, fotográfico y audiovisual. Y lo que ha atraído tanta atención y elogio de la crítica es la manera en que, tomando como pivote a la vida de Simpson, explora los conflictos raciales, sociales y económicos de la sociedad antes y después del juicio.

En algunos momentos se le puede ver como una crónica contemporánea de la nación estadounidense, al reflejar sus contradicciones y diferencias. De alguna manera muestra aquello que la miniserie de FX no ofrece, y por eso luce como su complemento: contextos reales y perspectiva histórica para asimilar mejor a esta celebridad y su impacto.

Por ejemplo, en su primer capítulo parte de observar a un O.J. muy joven y en ruta hacia el estrellato. Al paso de los minutos veremos que aquél niño que deseaba la fama más que el dinero, se convierte en un héroe para el pueblo estadounidense y en un emblema de su cultura popular.

Nos muestra imágenes de la opresión sufrida por la comunidad negra en Los Ángeles durante los años cincuenta y sesenta. Veremos que esa crisis de derechos humanos provocó los disturbios de Watts en 1965, que fueron respuesta al racismo que caracterizaba entonces el departamento de policía de la ciudad bajo el mando de Bill Parker (con imágenes muy elocuentes de la brutalidad de los oficiales).

Ese primer capítulo nos habla de cómo los deportistas de élite negros (Mohamed Ali, Jim Brown y otros) entonces se alinearon en un movimiento contra el racismo, a lo que Simpson no se sumó porque le caracterizaba un desinterés por ser identificado como atleta negro. O.J. Simpson fue asimilado por la cultura blanca y el esquema capitalista de consumo. Para el caso del llamado ‘juicio del siglo’, el filme evidencia que algo que debió ser siempre indigno se convirtió en tema de disputa racial y luego en material de marketing. Más tarde, el ex jugador terminó convirtiéndose en una marca.

 

Tanto el documental de Edelman como la miniserie de FX ofrecen narraciones complejas. Las estrategias narrativas de ambas obras tienden a complejizar la exposición de sus temas, llevándonos por rutas alternas al punto central: la vida de O.J. en el documental y su implicación en aquel doble asesinato en la miniserie.

La mayoría de las series de TV en la actualidad basan su fórmula en múltiples tramas ramificadas y enrevesadas. La narración en The people vs. O.J. Simpson nos desvía del centro de la trama, si es que realmente lo hay, para ofrecer microhistorias tanto de los personajes como de temas adyacentes al juicio. Además de los ejemplos ya comentados, está el de Robert Kardashian (David Schwimmer) y su dilema moral que no le permite ver a The Juice como inocente de los cargos que se le imputan.

Con sus casi ocho horas de duración, O.J.: Made in America es ahora la película más larga jamás nominada y merecedora de un premio de la Academia. Su duración se explica porque se trata de un macro documental con algunos segmentos de total autosuficiencia temática y narrativa. Notemos que cuando Edelman se toma más de 10 minutos para contarnos sobre la carnicera paliza a Rodney King en 1991, el artero asesinato de Latasha Harlins ese mismo año, y el subversivo despertar de la comunidad negra, nos aparta un rato de O.J. Simpson como el núcleo de su película. Lo que nos queda al final es una fuerte impresión sobre esos acontecimientos.

Así es como funcionan las narraciones de perspectivas múltiples, dispuestas para entretener e incluso motivar a la reflexión. Son tejidas con un propósito que va más allá de contarnos algo. Son en sí un acontecimiento. Esas caleidoscópicas historias nos llevan por desvíos en los que todo cuenta, todo repercute en emociones, empatías, descubrimientos. Ciertamente como lo asegura el abogado Dershowitz, son narraciones en el mundo.

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