El siniestro y traidor sujeto llamado Eukid Castañón Herrera, nunca se fue literalmente de Puebla.

Dejó una red de corrupción difícil de  aniquilar, porque Rafael Moreno Valle le permitió manejar miles de millones de pesos para blindarlo.

El propio Eukid es uno de los que fueron grandes beneficiados económicos tras la muerte de los Moreno Valle, pero esa es otra historia.

Ayer se presentó con bombo y platillo como Directora General de 24 horas la amigable Patricia Corro, eterna comunicadora del corrupto personaje.

Y eso confirma lo que todos sospechaban: que el corruptazo es el dueño de la franquicia y se prepara para participar desde ese lugar en la elección intermedia, quizá por eso se burla del grupo en el poder porque asegura que no le harán nada.

Hasta hace un año, los problemas de Eukid eran del tamaño de sus adicciones.

Recuerdo haber sido testigo un 19 de noviembre del 2018 que en su oficina no podía llevarse a la boca una torta que le sirvió una de sus asistentes.

No podía controlar el pulso de sus manos y se la pasaba todo el tiempo nervioso. Por lo menos tenía 3 semanas de consumir alcohol y otras cosas...

Era el vivo retrato de la decadencia de un personaje que fue premiado por hacer el trabajo sucio y sumar enemigos a muerte.

Al salir de la oficina de Eukid le dije a Paty que yo no era el pendejo ni empleado de Eukid para que me citara un día inhábil y saliera con la estupidez de solo querer saludarme. Le dejé en claro que no me interesaba ser su cómplice, aliado ni mucho menos empleado. Ni siquiera podía articular ideas. Le dije cosas fuertes que omito por respeto a ella, quien se mostró muy respetuosa.

La peor escena que sus crisis de delirium tremens recuerdan, es aquella noche cuando lloró en la torre ejecutiva del CIS el día que se desplomó el helicóptero en donde viajaban sus amos.

Eukid golpeaba mesas, lloraba, se jalaba la piel cacariza, se tronaba los dedos y se daba el lujo de llamar asesino a Andrés Manuel López Obrador.

Por cierto: recuerdo los miles de pesos que me envió Eukid para no fustigarlo. Se los regresé.

Recuerdo los 200 mil pesos que me ofreció. También se los rechacé.

Recuerdo que me dijo que pusiera precio y terminé por regalarle publicaciones en redes sociales, programas en vivo, portal y pantalla. Cree que todos tenemos la misma hambre y maldad que él.