Al líder nacional del PAN, Ricardo Anaya, nadie le puede negar su habilidad en el discurso.

También su obsesión por promoverse y desviar los recursos públicos del partido que dirige.

En el debate que sostuvo con los líderes nacionales del PRI y PRD, Anaya triunfó porque se preparó para exhibir la corrupción y errores del PRI.

Se comportó lejos de lo que es: un político pulcro.

Pero muy pronto carecerá de calidad moral para debatir porque no tendrá argumentos para justificar el atropello en contra de la militancia panista y agandalle de los recursos para promoverse.

Anaya está atrapado en su propio juego porque le ganó la ambición que padece todo político: querer ser antes que todos.

Cada día son más las voces que le exigen que renuncie al CEN del PAN o que acepte en igualdad de condiciones buscar la candidatura presidencial.

Y dos son quienes encabezan esa petición : Margarita Zavala, la ex diputada federal y ex primera dama más gris en la historia del México moderno.

Y el gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, quien es el único con capacidad para ganar la Presidencia de México en el 2018 por los resultados entregados durante su gobierno.

Anaya ha hecho oídos sordos sobre la exigencia de ambos aspirantes por dos cosas: teme enfrentarse a Zavala y Moreno Valle, o de plano su ambición y enfermedad de poder es más grande que su razón.

Si Anaya no entra en razón, podría ser el responsable de que llegue Morena a Los Pinos porque es casi un hecho que el PRI pierda en el 2018.

¿Cuánto vale la ambición de Anaya?.

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